El Sentido del hombre
Estamos en la época de la superación personal, de la liberación, de la búsqueda de identidad. Hay miles de libros que hablan acerca de cómo superar el dolor, como ser mas grandes, como ser mas autosuficientes. Todos hablan de lo mismo, solo de diferentes maneras, todos parecen un mapa que nos adentra en nosotros mismos y nos da instrucciones para “re-programarnos”. Siempre comienzan con la misma premisa, eres mas de lo que realmente demuestras, cuestión que comparto y me emociono la primera vez que leí un libro de estos. Pero de aquí se va cuesta abajo ya que el desarrollo – ahora lo se – es erróneo, en vez de sacarnos de nuestro abismo, nos adentra mas en el, nos lleva a lo intimo de nuestro “yo” egoísta, solitario y lastimado, y partiendo de ahí nos quiere elevar por sobre los demás, por encima del mismo sufrimiento, creando así una felicidad artificial que nos lleva a un vacío aun mayor.
Este tipo de “superación personal” nos da una idea errónea de la alegría y bienestar. Nos hablan de la grandeza personal, de la obtención de objetivos, antes claro nos sanan del dolor haciéndonos ver cuanto valemos y como debemos de hacernos valer ante los demás. Nos dicen como el placer y el dolor son las dos fuerzas que nos rigen (¿Dónde quedo la voluntad?) y las cuales debemos usar para enfocar nuestro comportamiento.
Nos indican que para evitar el sufrimiento y aumentar el placer debemos de sumergirnos en nosotros mismos y reestructurar nuestra personalidad, descomponernos en partes y armarnos de nuevo de manera que seamos incapaces de sufrir dolor y como parabólicas ambulantes recibamos perpetuamente ondas de bienestar y placer. Así, si algo atenta contra este estado de éxtasis debemos de eliminarlo, es decir debemos de eliminar todo aquello que nos estorba en nuestra búsqueda de la “felicidad” y por consiguiente hacer lo necesario para alcanzar los objetivos que nos llevaran a completar nuestras carencias intelectuales, emotivas y materiales, esto nos hará sentirnos realizados… aumentando nuestra autoestima y complacientes de nosotros mismos podamos morir en la paz de una vida bien vivida.
Esta es la era de la aversión al sufrimiento, al dolor, al sacrificio. Con esta filosofía el hombre se ha replegado en sí mismo, cerrando las puertas y llevándonos a la vida miserable de la soledad. Estamos llenos de autocomplacencia, autoestima y por lo tanto de egoísmo, es el tiempo del egocentrismo. Tenemos pavor al dolor, tenemos miedo al sufrimiento, nos llenamos de nosotros mismos, para no abrirnos a los demás, no queremos compromiso, no queremos responsabilidad, no queremos saber nada acerca del “otro” solo me interesa lo que tiene algo de valor para mí, no por su esencia si no por lo que me reporte de beneficio, el único bien es el que viene de afuera hacia mi mismo…
Y nos asombramos en ver el mundo sumergido en la depresión, consumiendo millones de toneladas anuales de drogas “legales” o antidepresivos, nos provoca un fruncimiento del entrecejo el ver tantos jóvenes suicidarse y tantas religiones y filosofías que prometen la ausencia del dolor y el sentido de la vida, que las vuelven tan atractivas ahora que el alcohol, las drogas y el materialismo han probado ser insuficientes para llenar el hondo vacío del alma humana.
Las filosofías imperantes en el siglo XXI se han demostrado mas catastróficas que las guerras mismas, ya que no solo han destrozado cuerpos, si no también mentes y corazones. El materialismo y el Marxismo, el relativismo y el paganismo nos han hundido en la mas miserable de las estaciones de invierno.
Todo lo que los antiguos consideraban humano, virtuoso, digno, se ha reducido a cenizas, se ha denigrado y enlodado todo lo sencillo y bello, hemos destruido nuestra propia humanidad.
Ahora es un pasatiempo mundial el afear lo hermoso, lo cual vemos en la industria de la comunicación como la cinematográfica, donde lo que nos muestran es una realidad deprimente y sin esperanza con la etiqueta de “realismo”. El genero del terror se ha convertido en satanismo puro, ya el hombre no es capaz solo de hacer caso a sus mas bajos instintos, si no que ahora es capaz de demonizarse al grado que el infierno de Dante pareciera mas bien el Jardín del Edén. La comedia se ha vulgarizado, se ha profanado lo sagrado, se ha destruido lo bello y se ha convertido la vida en una patética búsqueda por un poco de felicidad, como si este fuera el destino del hombre, solo un poco de felicidad. Primero nos pintan una vida sin esperanza, desmoralizada, demoníaca, sin nada sagrado y sin nada de valor, y después nos venden un poco de placer y contentamiento en el sexo sin barreras, en la falsa libertad egocéntrica, en el dinero, o en la absurda y deshumanizante visión de la perpetua melancolía y búsqueda de sentido.
Libros y libros, literatura barata que engaña a veces a la gente humilde y a veces hasta la mas preparada, ideologías centradas en lo efímero y corruptible, el materialismo nos ha llenado las venas, buscamos el sentido absoluto en esta vida y por lo tanto nosotros mismos somos nuestro fin y todo lo demás un medio para saciarnos de algo que nos permita olvidar el desconsuelo que provoca nuestra felicidad artificial, el egoísmo es la droga que nos permite olvidar el hecho de haber matado y crucificado la voz del alma que nos pedía algo mas.
En algún punto del camino nos desviamos. En algún punto de nuestros pasos, se borraron las huellas que nos indicaban nuestra misión. Hemos olvidado nuestra verdadera humanidad y grandeza, hemos olvidado quienes somos y con ello nuestro destino.
El hombre no puede crecer si no se supera a sí mismo, si no sale de si.
Desde el comienzo de la historia humana hay una característica esencial que nos distingue de los demás animales, olvidando las fisiológicas y obvias, siempre se ha visto al hombre como “anthropos” palabra griega que primitivamente significaba el que mira hacia lo alto y, según Platón, el hombre ha sido llamado anthropos porque, a diferencia de los animales, examina lo que ha visto, es decir sale de sí mismo, busca la verdad en lo completamente “otro”.
He aquí una de las razones del fracaso rotundo de la era egocéntrica y materialista. La única manera de matar el dolor, de olvidar las penas y desaparecer los complejos, los fracasos, es olvidándonos de nosotros mismos y centrándonos en el “otro” Los problemas del hombre nacieron cuando se fijo correcto, que él mismo fuera el fin de toda su vida.
He ahí la grandeza del Perdón que se profesa en el Cristianismo. Él perdona, olvida y sigue adelante. Es una visión errónea suponer que el “yo” como Freud lo planteo alguna vez exista. Precisamente la necesidad espiritual e intelectual de la búsqueda del otro, de la apertura hacia lo que infinitamente no es "yo” es lo que nos muestra la verdad antropológica de la existencia humana.
Ya el erudito y genial Joseph Ratzinger – Ahora su Santidad Benedicto XVI -- en su Introducción al Cristianismo nos dice:
Lo simplemente único, lo que no tiene ni puede tener relaciones, no puede ser persona. No existe la persona en la absoluta singularidad, lo muestran las palabras en las que se ha desarrollado el concepto de persona: la palabra griega prosopon significa –respecto-; la partícula pros significa –a-, “hacia”, e incluye la relación como constitutivo de la persona. Lo mismo sucede con la palabra latina persona: -resonar a través de-, donde la partícula per (= .a., .hacia.) indica relación, pero esta vez como comunicabilidad.
Es ahí donde se perdió el camino. En el cobarde repliegue hacia sí mismo, el hombre dejo de ser persona, para convertirse en autor de su individualidad psicológica contraria a la dignidad humana. Es ahí junto con el materialismo que la humanidad entera avanza hacia la desesperanza y la estupidez.
La apertura hacia los demás, el desapego completo de sí mismo, la búsqueda del otro y la comunicación como fuente de alegría aun en el dolor.
Mucha gente piensa que olvidarse de si mismo es descuidarse o dejarse maltratar. Olvidarse va más de llenarse del otro, es para que aquí dentro haya mas espacio para los demás, pero esto no es significa que uno deba de olvidar la dignidad de persona que se tiene, pero tampoco significa cultivar el falso concepto de la “autoestima”
Esta parte tiene una connotación mas Teológica que no se tratara ahora, solo la resumiré en que todo el Amor viene de Dios, al ser Hijos de El, nos sentimos amados, aun en la miseria del hombre, y mas aun nos vemos identificados en el hecho histórico de la Pasión y crucifixión de Dios mismo, por lo que el amor que El nos tiene sobra y basta para impulsarnos hacia los demás, y aun en el rechazo y humillación encontramos que el amor ama por que quiere amar.. sea correspondido o no. (Cabe mencionar la importancia del verdadero amor, el cual no es tampoco aquel que se entrega solo por que “vean” en uno, un personaje sufrido que merece ser amado, esto es una falsa arrogancia enmascarada de melancolía, donde se cae en el exceso de dejarse maltratar por “amor”. El amor se entrega sin medida, pero exige dignidad y respeto, el amor sin respeto y caridad no es amor... puedes seguir amando a tus enemigos o los que te lastiman, pero no vas a permitir que si tienes posibilidades de vivir con dignidad y respeto se te restringa, el amor es sencillo pero inteligente. Negarse no significa eliminar las fuentes de bondad que nos llenan, si no estar abierto a ellas y agradecidos compartirlas.)
Lo que si incluye nuestro tema es el decir, que la negación de uno mismo no es en si una destrucción de la personalidad, si no – como nos dice Ratzinger- un encuentro de la verdadera “persona”, donde se muestra que esta no existe en los limites de la individualidad si no solamente en –relación- a algo o alguien. Ahí es donde entra el concepto de olvidarse de uno y entregarse al otro, no para destruir nuestra humanidad o persona, si no al contrario para descubrirla y darle pleno significado, para ser entonces mas humanos.
El sufrimiento es parte de esta vida, y ni la droga mas potente podrá jamás apaciguar o mitigar el dolor corporal, mental y espiritual en el mundo, ya que este es al hombre, lo que la materia es al universo, sin él –sufrimiento-, el hombre no viviría en este plano existencial (y esto es correcto también Teológicamente).
El problema es nuestro pensar en el encuentro con el dolor. Pensamos que la felicidad es la ausencia del mismo, queremos erguir nuestra existencia al margen del sufrimiento, y así, tal vez sin darnos cuenta, tal vez si dándonos, construimos nuestras vidas en una ilusión, en una ficticia felicidad ya que este erguir al margen del sufrimiento, es erguir al margen de lo humano, y así, fuera de toda relación y apertura hacia los demás.
Esto es otro punto filosófico aplastante de el Cristianismo que no existe en ningún otro pensamiento. La Felicidad no depende del dolor o el sufrimiento, ni tampoco depende de nuestro enfoque (como la corriente de la autoestima y superación personal apuntan) hacia el mismo –sufrir-. La Felicidad y la alegría es el estado verdadero del hombre, aún en el dolor. No se requiere apaciguarlo, no se requiere olvidarlo, ni detenerlo, ni enfocar nuestra atención lejos del sufrimiento, hay que vivirlo, experimentarlo y pacientemente santificarlo, he ahí la felicidad, aun en los momentos de desesperación y llanto, siempre al final del día, se impondrá la esperanza y el valor, antes que al repliegue hacia sí mismo y el egoísmo como medio para olvidarnos de todo y crearnos nuestro mundo irreal de placer.
Esto no significa que vivimos para sufrir, significa que sufrimos como parte del vivir.
Al contrario, encontramos en el “otro” la verdadera satisfacción, y mas aun, en nuestras infinitas ganas, en nuestros infinitos deseos, llevamos la búsqueda al infinitamente otro, que solo se sacian en el todo y la eternidad.
Unamuno: "Tengo sed de eternidad. Sin ella me es todo igual. Yo necesito eso, lo necesito, y sin eso no hay alegría de vivir. O la alegría de vivir no tiene sentido."
Pero esto cabe en otro tema mas Teológico que no es menester por mi parte desarrollarlo ahora.
Ya lo decía Freud: “La pobre satisfacción que el hombre puede sacar de la realidad, lo deja muerto de hambre”
He allí palabras del hombre que se dedico a satisfacer su “yo” a hacer del hombre y de sí mismo la medida de todas las cosas. Insatisfecho hasta el final.
Así nuestra felicidad no depende del sufrimiento y el placer, si no de nuestra voluntad la cual usamos para decidir que creemos y que abrazamos como verdad. El sufrimiento es parte de la vida y es parte de la humanidad, en santificarlo esta la alegría, así como en la abundancia, dar gracias y ser generosos, estar abiertos y mas aun, o mejor dicho siempre estar en entrega constante hacia “el otro” hacia mis hermanos de sangre o adoptados.
Este mundo ya no quiere compromiso, ya no quiere sacrificio, ya no quiere salir de si mismo, ya no quiere entonces amar, ya no quiere ser persona. Aquí el cáncer del mundo que lo esta corrompiendo hasta la médula.
Solo el amor salva, y el amor es un impulso de salir de sí mismo hacia los demás. El amor que mueve el sol y las demás estrellas como dice Dante. Y adaptando un poco el principio pastoral del catecismo romano: Toda finalidad del conocimiento y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer, lo que existe, las ciencias y la filosofía, pero esto es inútil si por sobre todo no se hace aparecer el amor, uno debe de comprender que todo acto de virtud, todo acto realmente humano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que el Amor.
De nada sirve todo el conocimiento a aquel que no sabe por lo que esta dispuesto a morir, y quien no muere por los demás no es hombre, no ha encontrado su destino, solo encontró el eterno olvido... por que solo aquel que esta abierto en entrega al completamente "Otro", puede abrazar a Dios, solo aquel que busca al "Tu" puede saber quien es el "yo"- no SU "yo" ya que no se pertenece completamente - ... su "yo" es del "Tu" para poder SER realmente.... asi solo el que "es" en relacion y entrega al "otro" puede ser y abrazar a Dios como SU Padre, y entonces ser amado por lo que es... hijo DE Dios.. entonces puede conocer las profundidades de Dios en Jesucristo, el Amor con el que le ama infinitamente, su mision, su destino.
Carlos Bartolomé Santos
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